Principios de noviembre, una mañana fría, dos compañeros de aventura y un par de horas robadas a la rutina para perdernos por carreteras empinadas y estrechas sin destino claro. El objetivo: un primer intento un poco chiflado de sacar de mi libreta de ideas una fotografía que me rondaba la cabeza. El resultado: varias miradas inquietas de algunos desconocidos, un intento torpe de entrar a hurtadillas en un baño enemigo para eliminar la pintura del delito, y muchas risas.
Por supuesto, la fotografía que quería fabricar (y que aún chisporrotea en mi lista de fotografías pendientes) se resistió a tal falta de decoro y niega cualquier parecido con los siguientes retratos, que aún así evocan en mí, a su manera, la sensación de silencio siniestro, de solemne tristeza, de la idea original.
(Entre fotografías y más fotografías que editar, un paseo por las carpetas de los últimos meses está provocando algunos reencuentros curiosos.)
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