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Hace unos meses acudí a la Asociación Amigos del Perro de Serín (en el área de Gijón), cámara en mano, con la intención de capturar un poco de la vida de los perros y gatos que se encuentran allí. Mi primera visita a las instalaciones, semanas antes, se me había colado dentro con la fuerza con la que siempre atacan las muestras honestas de necesidad y de generosidad, situaciones que se dan a manos llenas en la asociación.
La sorprendente cantidad de voluntarios que prestan su tiempo a limpiar, pasear y hacer compañía a todos los perros y gatos que conviven allí resulta casi tan tierna como el impulso inmediato de abrazar a uno, dos, tres gatos o perros y llevártelos a todos a casa. Llevarte a casa a los más mayores, o a los más tristes. A los que sabes que difícilmente van a encontrar ya un hogar. A los más dulces o a los más conflictivos, que necesitan que alguien les ayude a sanar emocionalmente.
Me frustra no estar en situación de adoptar y en su defecto (y hasta que esta situación cambie), se me ocurre que hablar un poco de ello aquí, en mi rincón cibernético, puede ser un diminuto granito de arena que añadir a las dunas que construyen juntos todos los Amigos del Perro.
En mayor o menor medida, todas las historias en la asociación te arañan un poco el corazón. El caso de este caballero, viejo, ciego y de aura noble, se clava incluso un poco más. Tiene el porte de los que han sido poderosos en otro tiempo y lleva en la asociación tantos años como la más veterana de sus encargadas, más de hecho. Le prodigan amor y atenciones como a todos los demás habitantes, pero qué pena no poder ofrecerle un campo interminable que memorizar paso a paso, olor a olor.
Las minúsculas zarpas de Lapa, intentando escurrirse por todas partes para averiguar qué se estaba perdiendo :)
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La primera vez que fui al albergue, Lapa era nueva allí. Nueva y minúscula, trepando desesperada por los barrotes de la jaula de cuarentena en la que se veía obligada a pasar un tiempo antes de poder convivir con otros gatos. Maullaba con tanta energía y desesperación que resultaba imposible pasarla por alto. Semanas después, tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con ella, siendo víctima de sus ataques juguetones contra mi pelo y contra cualquier cosa que se moviera (no exagero; ¡una vez se me abalanzó a la boca porque estaba hablando!) o durmiendo acurrucada contra mí por las noches. Era menudísima y le encantaba el agua, y ahora ha encontrado un hogar, ignoro con quién, y todavía me la imagino cazándolo todo o durmiendo en mi cuello.
As I deeply regret not being able to adopt one of this amazing little beings, I decided to post about it here as a way of helping to spread the work of the association.